Y el suelo se abrió

El desplome no se ha producido a causa de una catástrofe sobrevenida, sino por años de desgaste y falta de vigilancia, cuando no de abandono.

Antonio ñacle Garcia | 16 / 01 / 2013
Fue el pasado viernes en el CEIP Hispanidad en Santa Pola, el alumnado acababa de entrar a clase, la maestra se disponía a iniciar la clase, de pronto un polvillo se filtra, nada se sabe de su origen, segundos más tarde, el estruendo es terrible, una intensa nube de polvo cubre el espacio en su totalidad, el suelo se abre, niñas, niños y la maestra (una decena en total) se precipitan hasta no se sabe dónde.

Esta labor de abandono y desprestigio paulatino tiene un objetivo final: la demolición de un sistema público universal e igualitario

En medio del apocalipsis la reacción de los trabajadores y trabajadoras del centro es ejemplar, mientras unos evacuan al resto del alumnado, otros se sumergen en la nube de polvo para rescatar a las víctimas del agujero infernal.
Afortunadamente los daños personales han sido relativamente leves, pero ha quedado de manifiesto que han sido los factores externos (infraestructura, mantenimiento) los que han fallado, mientras que ha sido el compromiso y la profesionalidad de trabajadoras y trabajadores del centro los que han contribuido a paliar los daños que podían haber sido mayores.
No es mi intención profundizar en la petición de responsabilidades que es imprescindible, sino señalar cómo de vez en cuando la realidad deviene en metáfora.
El desplome no se ha producido a causa de una catástrofe sobrevenida, sino por años de desgaste y falta de vigilancia, cuando no de abandono.
Todos aquellos que trabajamos en la Escuela Pública que hace tiempo que convivimos con el polvillo de la demolición, aunque en este caso sí conocemos su origen, un trabajo sistemático que sólo tiene un objeto: acabar con tres decenios de construcción democrática de la Escuela Pública.
Me limitaré a señalar tres hechos que nos pueden servir como indicadores del proceso de sutil (o no tanto) degradación a que me estoy refiriendo.
En primer lugar ha sido un proceso continuo de desprestigio del profesorado, al que se ha tildado día tras día de vago e incompetente. Cuando la realidad es que sobre la profesionalidad del profesorado se ha construido una escuela que ha dejado de ser excluyente para ser integradora. Un profesorado cuyo compromiso ha ido más allá de su propia responsabilidad, soportando desprecios, “bromas” legislativas y recortes de plantillas, recursos y salarios.
En segundo lugar se ha expandido con indiscutible éxito el concepto de “fracaso escolar”, basándose en los supuestos resultados del informe PISA, pero sin explicarlos nunca en su globalidad y en su relatividad. No es ninguna novedad que dicho informe señala también a la educación española como una de las más destacadas en equidad, parámetro nada desdeñable ya que indica la posibilidad de que las personas más desfavorecidas puedan acceder a altos niveles educativos. Por otra parte el diferencial entre los rendimientos educativos en España respecto del resto de países de nuestro entorno se ha reducido a menos de la mitad en los últimos treinta años a pesar de que la inversión relativa y absoluta ha sido bastante menor que en ellos.
Otro tópico relacionado con este es el de la escasa calidad de la Universidad española y la sobredimensión de alumnado universitario. Ambos planteamientos se desmienten cuando hay titulados universitarios españoles trabajando por toda Europa en proyectos innovadores y que generan valor añadido. Tal vez sea la incapacidad de nuestra clase empresarial y política para generar un tejido económico basado en la investigación e innovación que esté a la altura de la Universidad y de los profesionales que esta forma.
El tercer aspecto a tener en cuenta ha sido la deconstrucción de la gestión democrática de los centros, desposeyéndolos gradualmente de su carácter público, concentrando cada vez más poder en los equipos directivos y reduciendo la capacidad de decisión de claustros y consejos escolares.
Esta labor de abandono y desprestigio paulatino tiene un objetivo final: la demolición de un sistema público universal e igualitario para sustituirlo por un sistema privado segregador y clasista, reduciendo el sistema público al mundo rural y al ámbito asistencial.
Y la definitiva bola de demolición es la Ley Wert, una ley concebida para recortar y privatizar y demoler la Escuela Pública, los más rancios y casposos principios del Nacional Catolicismo constituyen su envoltorio. Si sale adelante lo que nos espera es un viaje al pasado, un viaje a un sistema que algunos hemos conocido y por ello hemos dedicado toda nuestra vida a intentar cambiarlo.
Vivimos un momento crítico, cualquier día el suelo se abrirá bajo la Escuela Pública como se ha abierto bajo la sanidad madrileña, y el compromiso y la obra de décadas caerán. Pero que a nadie le deben quedar dudas de que el proyecto de Escuela Pública democrática, científica y laica se abrirá paso, como la democracia se abrirá paso a pesar de la negra polvareda de desesperanza que han creado para impedirnos ver el horizonte. Nosotros, nosotras lo haremos a pesar de ellos.
Publicat al diari Información el 15/1/2013



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